El dadaísmo

El dadaísmo

El Dadaísmo surge como movimiento en el año 1916 con la primera Guerra Mundial, cuando jóvenes se comienzan a cuestionar la lógica de una cultura que permitía tales hechos, el movimiento artístico Dadá surge a la vez en Suiza y Estados Unidos. En Suiza (“Cabaret Voltaire”, Zúrich) por los artistas  Tristán Tzara, Hugo Ball, Hans Arp entre otros, cuando artistas se encontraban refugiados en esta ciudad a causa de la guerra, se sentían desencantados en Europa en el  periodo tardío de la Primera Guerra Mundial y, posteriormente, de la actitud de rebelión hacia la abulia.

El dadaísmo es un movimiento cultural y artístico que surge con la intención de romper con los sistemas, códigos y demás elementos establecidos en el mundo del arte. Es por ello que es considerado como un movimiento antiartístico, antipoético y antiliterario que empieza a indagar y cuestionar la existencia del arte y su objetivo.


El Dadaísmo se presenta como una ideología total, como una forma de vivir y como un rechazo absoluto de toda tradición o esquema anterior. En el fondo es un antihumanismo, entendiendo por humanismo toda la tradición anterior, tanto filosófica como artística o literaria.


En 1917 se inauguró la Galería Dadá. La expansión del mensaje dadaísta fue intensa, amplia y tuvo repercusiones en todos los campos artísticos. En Alemania encontró adeptos entre los intelectuales y artistas que apoyaban el movimiento espartaquista. En Francia ganó las simpatías de escritores como Breton, Louis Aragon y el poeta italiano Ungaretti.

Se distingue por la inclinación hacia lo dudoso, la muerte, lo fantasioso, y por la constante negación. Así, busca renovar la expresión mediante el empleo de materiales inusuales o manejando planos de pensamientos antes no mezclables, lo cual conlleva a una tónica general de rebeldía o destrucción. El Dadaísmo es caracterizado, también, por gestos y manifestaciones provocadoras en las que los artistas pretendían destruir todas las convenciones con respecto al arte, creando, de esta forma, un antiarte.

Rueda de bicicleta (1913), de Marcel Duchamp
El movimiento dadaísta va en contra de la eternidad de los valores y principios, la belleza permanente, la inmovilidad de los pensamientos, entre otros elementos, busca promover la libertad completa de cada uno de los seres humanos, buscando la espontaneidad, la contradicción de lo fijo y el caos frente a todo aquello que esté determinado.


Las figuras realizadas a partir de la escultura se caracterizaban porque sus acciones y formar tenían la intención de burla en cuanto a su utilidad, destacando el humor, así como también convirtiendo en ironía el objetivo que tenían dentro de la sociedad. Contrario a otras áreas, la escultura se acerca a un modo de vida y se basa en el anarquismo.


El gran aporte del Dadaísmo al arte moderno es el cuestionamiento continuo de qué es el arte o qué es la poesía, la conciencia de que todo es una convención que puede ser cuestionada y que, por tanto, no hay reglas fijas y eternas que legitimen de manera histórica lo artístico.

Los dadaístas utilizaban nuevos materiales, como los de desecho encontrados en la calle, y nuevos métodos, como la inclusión del azar para determinar los elementos de las obras. El Dadaísmo abre el campo para la llegada del surrealismo y ayuda a crear un lenguaje poético libre y sin límites.

Marcel Duchamp es una de las figuras más destacadas de este movimiento, su arte allanó el camino para movimientos como el Arte Pop y Op Art de los años 1950 y 1960, reinterpreta el cubismo a su manera, interesado por el movimiento de modalidades.


Marcel Duchamp es uno de los artistas más influyentes en el arte del siglo XX. Crucial para el desarrollo del Surrealismo, Dadá, y el Pop Art, fue de gran influencia en muchos artistas por su intelectualidad de cada obra. Con sus trabajos expandió los límites del arte, al introducir objetos de la vida cotidiana y transformarlos en arte por la simple elección del artista, cambiando así el curso del arte moderno. Se atrevió a cuestionar aspectos de esta institución que nunca nadie antes había hecho como la presencia de la belleza en una obra, ya que ésta es muy subjetiva. Su legado más grande sería el habernos hecho entender que una experiencia artística no basta con estimularnos visualmente sino que esta debe también invitarnos a pensar.

Una de sus obras más destacadas es La Fuente, la cual supuso una revolución en el mundo del arte al demostrar que cualquier objeto de origen mundano podía considerarse una obra de arte, siempre y cuando el artista lo situara en un contexto adecuado y no en el cotidiano.
La Fuente de  Marcel Duchamp

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