Minimal art/ Minimalismo
Minimal Art
Éstos
estaban o bien realizados para un tipo de espacio determinado (esquina, pared),
o para intervenir en la percepción del espacio en que se inscriben. Pueden
determinar, además de la experiencia visual del espacio, su adecuadidad.
El
término minimalismo en el arte fue
empleado por primera vez en 1965 por Richard Wolheim para referirse a las
pinturas de Ad Reinhardt y a otros objetos de muy alto contenido intelectual
pero de bajo contenido de manufactura.
El
Minimalismo transformó en los sesenta la concepción de la relación de la obra
de arte con el espacio presupuesta por la escultura de la vanguardia clásica.
Se producen cambios en los espacios expositivos, en los que ahora predominan
paredes blancas desnudas y grandes salas, dado el gran tamaño de los objetos
minimal.
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Rainbow pickett (1965), de Judy Chicago |
A veces el
espacio de la exposición llama la atención sobre sí mismo, por su extrema
neutralidad o por el contraste que establece con las obras.
Podemos decir
que toda obra de arte modifica más o menos la percepción del espacio
circundante, pero que las minimal lo hacen intencionadamente como parte de su
contenido. La conexión entre obra y espacio es propiciada por el tamaño o la
colocación del objeto.
La mayoría de
las obras minimalistas son poliedros regulares, aislados o en serie, de
apariencia pobre o industrial, colores brillantes o apagados, materiales opacos
o transparentes, o incluso construidas con ladrillos, neones o contrachapado;
se trata de objetos geométricos simples en toda clase de materiales que carecen
de la llamada “verdad del material” y de la neutralidad de los medios
artísticos subordinados a la elaboración del artista.
El minimalismo es, como toda
forma de arte, un intento de poner un poco de orden en un mundo caótico.
Este movimiento deja fuera
toda emoción. Es pura contemplación intelectual y objetiva, algo que llama la
atención teniendo en cuenta el contexto político y social de cuando nacen en
los años 60.
El minimalismo es, por así
decirlo, como una performance. De alguna manera somos nosotros los espectadores
los que hacemos la obra. Esto lo explican los propios artistas minimalistas al
afirmar que estas esculturas sólo funcionan con público. Si no hay nadie,
quedan desactivadas.
No cuentan
con una forma significante que los separe del resto de objetos del mundo y los
convierta en artísticos.
Tanto la
escultura minimalista como la vanguardista tienen en común su reivindicación de
las condiciones propias de la escultura, pero se diferencian en el mayor e
indirecto protagonismo dado al espectador en las obras minimal y en la mayor
conciencia de quien contempla respecto a su rol como perceptor, se requiere de
él una actitud diferente.
La ubicación
de los objetos minimal contribuye a su contenido, lo que desgasta en parte la
autonomía de la obra de arte.
Entre los
artistas que pusieron en práctica estas ideas figuran Robert Mangold, Robert
Rayman y Brice Marden, así como otros artistas más jóvenes que abandonaron la
pintura como Carl Andre, Dan Flavin, Robert Morris, Sol LeWitt y Donald Judd.
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Donnal Judd (1965) |
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